Opinión
Un clásico de emociones
Luego de una gran sequía futbolera, volví a respirar la efervescencia de un partido de futbol. Esa adrenalina inherente en el trayecto, esa algarabía en los transeúntes, esa esperanza abrumadora en cada paso, cada escalón con su dosis de magia y pasión hasta llegar a la anhelada cita con la historia.
Sentir ese júbilo envuelto en su dosis de nostalgia en cada rincón del “Monumental” Estadio Jalisco le da ese toque de misticismo al propio encuentro. He visto infinidad de juegos a lo largo de mi historia, en distintas latitudes: de Selección, de Chivas, de Atlas y de Leones Negros. Sin duda, los encuentros realizados en el “Coloso” de la Calzada Independencia no tienen igual. Esa magia que se respira en el lugar, esos recuerdos que lo habitan como fantasmas, hacen de la escena un episodio épico.
Recordar grandes momentos que se han quedado impregnados en el sitio: desde esa cadencia que dejó en su grama el Rey Pelé, la paseada de Chivas a Boca Juniors, la final perdida de Leones Negros ante Cafetaleros o, incluso, la caída de Chivas a manos de Necaxa en la final del invierno 98; son imágenes que recorren mis recuerdos como una película que va desde los tonos sepias con su misticismo per se, hasta llegar al multicolor de tiempos modernos, contemplar el episodio magistral que cualquier aficionado al futbol podría desear verlo.
Ese bullicio de la hinchada que le da vida al inmueble y lo pone a bailar al ritmo de cada cántico, logra estremecer las entrañas del recinto e invita a compartir el momento a cada espectador a ser partícipe de la comunión afición-estadio, logra apoderarse de los sentimientos de cada visitante para exponenciarlos a grado superlativo y ofrecer una velada única: el Jalisco se vuelve uno con la afición y también corea cada estrofa.
Las banderas desplegadas señalan el arranque de una batalla épica que por momentos deja muchos recovecos para el análisis puntual y estricto y establecer que el conjunto rojiblanco con lo poco que mostró, doblegó al equipo del paradero, lo cierto es que la oncena rojinegra ofrece muy poco en el rectángulo verde: una saga a destiempo en sus movimientos, un mediocampo displicente porque el gran capitán y único dos veces bicampeón en el futbol mexicano, Aldo Rocha, se queda corto en su accionar y produce un gran espacio que el rival supo utilizar a su favor poniendo elementos que le ayudaron y potencializar sus evoluciones hacia el frente.
Los recorridos por fuera y el intento de las evoluciones ofensivas de los rojinegros son deficientes y logran hacer visible el espejismo de la conjunción entre líneas de los rojiblancos, para que un equipo se muestre consistente y quizá espectacular, el rival debe ofrecer carencias puntuales y lograr concretar la ecuación del rendimiento y funcionamiento colectivo.
Un Atlas que muestra falta de trabajo y de entendimiento en la lectura de partidos termina una actuación gris e intermitente en el Clausura 2024, deja en el camino 17 fechas de tropiezos y malos resultados, las palabras de su propio entrenador, Beñat San José, en el que señala “no es un desastre (el Atlas), hemos quedado en deuda con los puntos, es una pena no darle los resultados a la afición, este proyecto sigue, los resultados no se puede dar en cuatro meses” dejan visualizar claramente la falta de conocimiento del deporte más hermoso del mundo.
Antes del claquetazo final: el único equipo que cerró el torneo con una seguidilla de cinco triunfos es Chivas, ni los equipos del Norte o el máximo ganador del futbol mexicano, lograron ofrecer tal resultado.
¡Corte y queda!
Sobre el autor
Luis Alfredo Dominguez, docente universitario y analista deportivo. @LAlfredoDG